jueves, 31 de julio de 2014

El “city manager” y los pepenadores

 Jesús Rojas Rivera. Politólogo /  jesusrojasriver@gmail.com

 Viernes 23 de mayo de 2014

El 31 de enero de este año, Sergio Torres Félix, alcalde de Culiacán, anunciaba con bombo y platillo un modelo de atención al ciudadano descrito como moderno, incluyente y de total cercanía. En un discurso extraño, mezclaba en inconjugables sincretismos palabras como pueblo, participación, problemas y soluciones. Eran los primeros días de un gobierno que soñaba alto, que aspiraba las glorias prometidas de un modelo de administración pública llamado “nuevo institucionalismo” (Hall y Taylor, 1996).

El planteamiento, de inicio, convenció a los regidores de oposición. Ruedas de prensa, entrevistas conjuntas en la presentación de una política pública llamada “Cabildo Abierto”. Eufemística forma de nombrar un sistema de audiencias mensuales en donde la ciudadanía podría externar de viva voz los problemas de la municipalidad, para después, esperar las soluciones.

Por acuerdo de Cabildo, fueron aprobadas por unanimidad las reformas al reglamento interior para el funcionamiento del H. Ayuntamiento de Culiacán, donde se planteaban, entre otras cosas, las atribuciones de una figura novedosa en la administración pública sinaloense, llamada para efectos “administrador de la ciudad”. Sergio Torres, a tono de la modernidad que amerita el caso, lo llamó el city manager.

El 25 de marzo sesionó por primera vez el “Cabildo Abierto”, maratónica jornada de entrevistas, pocas propuestas y muchos reclamos, la política pública comenzó a quebrarse muy temprano. La realidad se alejaba de lo dictado en los manuales de la International City/County Association (ICMA) organización que busca la implementación de modelos administrativos que den solución a las necesidades y demandas de la población en un criterio de eficiencia y eficacia, similares a las que dan vida al modelo americano. Estos preceptos son la piedra angular en todo proceso de modernización administrativa, guía de cabecera de la tecnocracia municipalista, machote común utilizado por las vacas sagradas de posmodernismo gubernamental (Vergara Rodolfo, 1999).

De esas conceptualizaciones teóricas de vanguardia, nace el burdo remedo “a la culichi”, en el marco de una protesta por el control de la basura, la efímera discusión del maltrato animal en los circos, un disparado índice de robos de autos y la acusación de abusospoliciales sobre periodistas en ejercicio de su labor informativa.

Terminaba enero cuando la Cooperativa de  Pepenadores Progreso comenzó sus inconformidades afuera del ayuntamiento, exigían derechos sobre la basura depositada en el relleno de la salida norte, proferían acusaciones contra funcionarios acusándolos de“tener intereses y complicidades con empresas recolectoras”. Después y ante la incapacidad del gobierno para dar solución al conflicto se vinieron marchas, mítines y huelga de hambre. Del city manager, nada se supo. Los pepenadores se adueñaron del espacio público en múltiples ocasiones, marcharon cuanto quisieron y taparon la circulación de la Av. Álvaro Obregón a su antojo, no puedo decir si sus exigencias son justas, pero puedo asegurar que los ciudadanos, afectados por sus bloqueos, no tenemos la culpa y también pagamos el costo de sus demandas.

Lo que se entrevé en el fondo de este conflicto por la basura, son los intereses en un negocio lucrativo, donde participan agrupaciones gremiales de esas que manejan líderes apadrinados por políticos de corte muy distinto a los que se plantean en gobiernos de city management. El uso de la fuerza pública contra los huelguistas en ayuno, deja claro que el city manager se cansó, perdió los estribos y cerró las puertas del dialogo. Usó la mano izquierda tarde, acusó y puso nombres a políticos detrás del movimiento de pepenadores. Confirmó las sospechas, el modelo incluyente, moderno y de total cercanía que propuso al arrancar su administración era una ficción más de la tecnocracia de oropel que profesan sus asesores. 


No podemos culpar al modelo. En otras ciudades de México y el mundo la transición a esas nuevas formas de organización gubernamental ha dado frutos. La aplicación efectiva del nuevo institucionalismo ha dejado grandes beneficios para ciudades como Medellín, Querétaro, Buenos Aires, Puerto Montt en Chile, Simón Bolívar en Ecuador entre otras. La diferencia está en los intereses que atan al gobernante a las viejas prácticas, y es que nadie puede cambiar el futuro anclado a las condiciones del pasado. Y en el conflicto de Sergio con los pepenadores, los lazos al pasado se enredan con las organizaciones gremiales adherentes al partido que lo postuló y los políticos que lo antecedieron en el cargo que hoy enviste con el rimbombante anglicismo, inmerecido ante los enjutos resultados de su fallida gestión. Luego le seguimos.

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