Jesús Rojas Rivera. Politólogo / jesusrojasriver@gmail.com
Viernes 23 de mayo de 2014
El
31 de enero de este año, Sergio Torres Félix, alcalde de Culiacán, anunciaba
con bombo y platillo un modelo de atención al ciudadano descrito como moderno,
incluyente y de total cercanía. En un discurso extraño, mezclaba en
inconjugables sincretismos palabras como pueblo, participación, problemas y
soluciones. Eran los primeros días de un gobierno que soñaba alto, que aspiraba
las glorias prometidas de un modelo de administración pública llamado “nuevo
institucionalismo” (Hall y Taylor, 1996).
El
planteamiento, de inicio, convenció a los regidores de oposición. Ruedas de
prensa, entrevistas conjuntas en la presentación de una política pública
llamada “Cabildo Abierto”. Eufemística forma de nombrar un sistema de
audiencias mensuales en donde la ciudadanía podría externar de viva voz los
problemas de la municipalidad, para después, esperar las soluciones.
Por
acuerdo de Cabildo, fueron aprobadas por unanimidad las reformas al reglamento
interior para el funcionamiento del H. Ayuntamiento de Culiacán, donde se
planteaban, entre otras cosas, las atribuciones de una figura novedosa en la
administración pública sinaloense, llamada para efectos “administrador de la
ciudad”. Sergio Torres, a tono de la modernidad que amerita el caso, lo llamó
el city manager.
El
25 de marzo sesionó por primera vez el “Cabildo Abierto”, maratónica jornada de
entrevistas, pocas propuestas y muchos reclamos, la política pública comenzó a
quebrarse muy temprano. La realidad se alejaba de lo dictado en los manuales de
la International City/County Association
(ICMA) organización que busca la implementación de modelos administrativos que
den solución a las necesidades y demandas de la población en un criterio de
eficiencia y eficacia, similares a las que dan vida al modelo americano. Estos
preceptos son la piedra angular en todo proceso de modernización administrativa,
guía de cabecera de la tecnocracia municipalista, machote común utilizado por
las vacas sagradas de posmodernismo gubernamental (Vergara Rodolfo, 1999).
De
esas conceptualizaciones teóricas de vanguardia, nace el burdo remedo “a la culichi”,
en el marco de una protesta por el control de la basura, la efímera discusión
del maltrato animal en los circos, un disparado índice de robos de autos y la
acusación de abusospoliciales sobre periodistas en ejercicio de su labor
informativa.
Terminaba
enero cuando la Cooperativa de
Pepenadores Progreso comenzó sus inconformidades afuera del
ayuntamiento, exigían derechos sobre la basura depositada en el relleno de la salida
norte, proferían acusaciones contra funcionarios acusándolos de“tener intereses
y complicidades con empresas recolectoras”. Después y ante la incapacidad del
gobierno para dar solución al conflicto se vinieron marchas, mítines y huelga
de hambre. Del city manager, nada se
supo. Los
pepenadores se adueñaron del espacio público en múltiples ocasiones, marcharon
cuanto quisieron y taparon la circulación de la Av. Álvaro Obregón a su antojo,
no puedo decir si sus exigencias son justas, pero puedo asegurar que los
ciudadanos, afectados por sus bloqueos, no tenemos la culpa y también pagamos
el costo de sus demandas.
Lo
que se entrevé en el fondo de este conflicto por la basura, son los intereses
en un negocio lucrativo, donde participan agrupaciones gremiales de esas que
manejan líderes apadrinados por políticos de corte muy distinto a los que se
plantean en gobiernos de city management. El
uso de la fuerza pública contra los huelguistas en ayuno, deja claro que el city manager se cansó, perdió los
estribos y cerró las puertas del dialogo. Usó la mano izquierda tarde, acusó y
puso nombres a políticos detrás del movimiento de pepenadores. Confirmó las
sospechas, el modelo incluyente, moderno y de total cercanía que propuso al
arrancar su administración era una ficción más de la tecnocracia de oropel que
profesan sus asesores.
No
podemos culpar al modelo. En otras ciudades de México y el mundo la transición
a esas nuevas formas de organización gubernamental ha dado frutos. La
aplicación efectiva del nuevo institucionalismo ha dejado grandes beneficios
para ciudades como Medellín, Querétaro, Buenos Aires, Puerto Montt en Chile,
Simón Bolívar en Ecuador entre otras. La diferencia está en los intereses que
atan al gobernante a las viejas prácticas, y es que nadie puede cambiar el
futuro anclado a las condiciones del pasado. Y en el conflicto de Sergio con
los pepenadores, los lazos al pasado se enredan con las organizaciones
gremiales adherentes al partido que lo postuló y los políticos que lo
antecedieron en el cargo que hoy enviste con el
rimbombante anglicismo, inmerecido ante los enjutos resultados de su fallida
gestión. Luego le seguimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario