Gobierno a la moda
J. Jesús Rojas Rivera
Politólogo
No hace mucho tiempo algunos
ciudadanos, especialmente los jóvenes, tomaron la bandera del proteccionismo
animal como una causa para organizarse y agruparse. En el mundo, los temas de
conmiseración con los animales ganan espacio sobre otros asuntos que fueron
socorridos por el juvenil espíritu de la filantropía en tiempos pasados. En
años recientes ese particular grupo social buscan entrar en la agenda pública
de múltiples maneras. Estas agrupaciones legales y legítimas, protestan de
diversas formas contra todo aquello que represente “el menoscabo de los
derechos de los animales”, muchas veces, sin importar la transgresión de los
propios derechos del hombre.
Las decisiones de los gobiernos,
deben guardar tres garantías primordiales; 1) Legalidad, 2) Viabilidad e 3) Interés público. Cuando un gobierno toma
una decisión y dicta una política pública, lo menos que debemos esperar los
ciudadanos, es que, dicha política atienda los principios básicos de la administración
de los recursos y los espacios comunes. Sea pues, un acto de racionalidad
gubernamental y no, una decisión tomada exclusivamente para la atención de la
agenda mediática y los actores de moda en la opinión pública.
El gobierno municipal de Culiacán,
en un acto sin precedente en Sinaloa, decidió cancelar los permisos para la
instalación de espectáculos circenses en donde se exhibieran animales.
Justificando lo anterior el alcalde dijo; “La alegría no puede fincarse en el
maltrato de los animales”. Posterior a ello, instruyó al oficial mayor e
inspectores de vigilancia para que en ésta municipalidad, no se otorguen más
permisos a tales eventos.
La postura evidencia una toma de
decisión a ligera, el alcalde olvidó que los circos no son el único espectáculo
en Culiacán donde se utilizan animales. Cada año en el mes de noviembre y
diciembre, el palenque de la feria ganadera, realiza aproximadamente 180 peleas
de gallos durante los casi los 30 días de las festividades. En las peleas de
“compromiso” se mueven millones de pesos en taquilla, venta de alcohol,
apuestas y vendimias, dejando una derrama económica sustanciosa para el
ayuntamiento, en el marco de la presentación de artistas de renombre en el
ámbito grupero.
Podría afirmar que el alcalde en ese tema, no entrará a velar
por “protección de los derechos de los animales” de fondo, toda vez que jamás
negará el permiso para la instalación del espectáculo de sacrificio animal,
respaldado por poderosas empresas del entretenimiento popular en el norte de
México.
En el marco de las
incongruencias, también tenemos el Zoológico de Culiacán, en cuyas jaulas se
encuentra animales de diversas especies en condiciones de hacimiento,
desnutrición y atenciones inadecuadas, dicho espacio público no tiene la atención
de veterinarios especialistas en la fauna expuesta. El “parque de los animales”
ha recibido recursos públicos millonarios para el acondicionamiento de sus
instalaciones. Justo ahora, la administración prohibicionista, destina recursos
materiales y financieros para el mantenimiento y operación de dicho lugar de
encierro animal.
Una manera socorrida de llamar la
atención en los gobiernos que inician periodo, es acomodar el discurso y las
primeras acciones públicas en temas de mucho ruido y poco contenido. En este
sentido, las decisiones del alcalde son desafortunadas, vacías e incongruentes,
pero que, por su “naturaleza” y permeabilidad en la agenda mediática, le dan
ahora la vuelta al mundo.
Cuando Sergio Torres presentó su
equipo de trabajo, me pareció que la gente detrás de la toma de decisiones en
Culiacán, estaría a la altura de nuestra comunidad. Ese equipo de expertos,
encabezados por el secretario del ayuntamiento, tuvo mi voto de confianza
inicial. Hoy, a escasos 35 días de iniciado el gobierno, llega pronto la
decepción, pues las primeras acciones dejan el sabor de la ocurrencia y alejan
el espíritu de la política pública objetiva, racional y eficiente.
No quiero abundar en los
recuerdos de infancia de todos quienes disfrutamos los circos; con sus
changuitos, jirafas y caballos, de la alegría que causa a los niños subirse en
un elefante domesticado o ver al feroz león saltar por un aro de metal. No
quiero pensar que hoy, el gobierno municipal asume mi potestad como padre para
definir “en que sí y en que no” se puede, a dicho del alcalde, “fincar la
alegría” de mi familia. Y en su facultad tomada a la ligera, le niega a mis
hijos el derecho de disfrutar un espectáculo tradicional, sano y hasta donde
tengo conocimiento, incapaz de causar un menoscabo en la formación cívica de
nuestros niños. Las prohibiciones de índole público deben sustentarse, ser
congruentes y velar por el interés común, nada de ello veo en la decisión
expuesta.
El gobierno que creí, se regiría por
decisiones técnicas, terminó por regalarnos una muestra de que el empirismo y
dicharacherismo pueden más que la razón y el derecho, toda vez que los ahora
afectados, podrían sin mayor complicación revertir ese mandato ilegal en un
sencillo amparo de nulidad contra un acto administrativo transgresor de sus
derechos, que; en teoría y para la foto está en pro de los “derechos” animales.
Esto último, también a medias y entrecomillado.
Carta del lector, la primera columna en Noroeste. |
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