viernes, 1 de agosto de 2014

El fracaso de un alcalde ausente, corajudo y sin nombre.

Jesús Rojas Rivera

Viernes 27 de junio de 2014

Escuinapa es un municipio pequeño en la frontera sur de nuestro estado. Tiene 54,000 habitantes más los que se acumulan en la temporada agrícola, la mayoría jornaleros que atiende labores en los campos fértiles del valle.

Aproximadamente 1,300 nacimientos y 300 defunciones al año. Un pueblo apacible, pintoresco, caluroso, terregoso, endeudado en sus finanzas públicas y poseedor de una de las nóminas gubernamentales más grandes de Sinaloa, en proporción con el número de su población económicamente activa (casi 30 burócratas municipales por cada 100 trabajadores en distintos sectores).

Las necesidades de su población lo ubican como uno de los municipios con mayores índices de marginalidad en nuestro estado, con alto déficit de vivienda y trabajo, con desastrosos números en materia de desarrollo humano. Se podría decir que Escuinapa es el pueblo perseverante que nunca cambia, que se mantiene en la esperanza de la transformación que no llega, ni llegará en éste trienio.

En próximas fechas se cumplirá un año de la elección del alcalde, los contundentes resultados dieron muestra de que la ciudadanía estaba desencantada del gobierno en turno y la opción política del entonces partido gobernante no convenció a los intereses de un electorado que tenía ganas de creer en que se podía “escuchar para gobernar” eje articulador de la propuesta vencedora.

A pocos meses de iniciado el periodo de gobierno del alcalde, diversas voces se hacen eco para denunciar sus constantes ausencias y la falta de atención a la ciudadanía. El presidente poco despacha en su oficina, cuando lo hace es con la puerta cerrada y es más fácil encontrarlo en su empresa que en el ayuntamiento, afirman.

Algunos periodistas locales han optado por llamarlo el alcalde “sin nombre”, en referencia a una entrevista llena de alusiones personales dirigidas a compañeros de esta casa editorial con quienes me solidarizo extensamente. El alcalde ha emprendido una cruzada de injurias y denostaciones contra quienes no han aceptado las obsequias y prebendas que pactan el silencio contra su administración fallida. Ha tomado el comportamiento típico del gobernante sordo y falto de criterio que tanto criticó en campaña.

El presidente municipal sin nombre, también ha faltado a su palabra. Intenta aminorar la crítica asegurando que sus reiteradas ausencias son para buscar recursos, piensa que la ciudadanía tiene ganas de ser engañada, que sus inasistencias son perdonables en el “correteo” de presupuestos federales, como si la ciudadanía no supiera que todo recurso presupuestal se ejerce por presupuesto no por ocurrencia petitoria.
El mencionado no ha sido capaz de articular una plataforma de gobierno eficiente, no ha podido con la responsabilidad que le enviste, no ha dado resultados al electorado que lo eligió en contundencia, no ha podido salvar ni la mínima parte de sus múltiples compromisos de campaña. El temprano reacomodo de sus colaboradores en puestos clave, marca que no le salen bien las cuentas y que está preocupado por un arranque fallido, que no termina de convencer socialmente.

Pero lo más peligroso: se muestra cada vez más insensible a la crítica, intolerante al escarnio público, al reclamo social. Los visos de autoritarismo que se dibujan en la municipalidad son de atención urgente. Los alcaldes no deben gobernar por capricho, no deben guardar rencores y no deben olvidar nunca que el cargo dura tres años.

No culpe, señor alcalde, a los trabajadores de los medios que cumplen la responsabilidad de informar sobre sus aciertos y sus errores. No culpe, señor alcalde, a quienes se ganan honestamente la vida en un oficio difícil como el periodismo. No culpe, señor alcalde, a quienes no corresponde a sus rudimentarias formas de gobierno ni a sus cavernícolas desplantes contra la opinión pública que se resiste a entregar la dignidad porque no se han puesto precio, ni se pondrán, porque debe usted saber señor alcalde, que no todo lo puede comprar la nómina o el dinero. Pero sobre todo, señor presidente, tenga en cuenta que si en algo le podemos servir para la mejora sustancial de las instituciones públicas municipales en franca crisis, estamos a sus órdenes. La historia nos ha demostrado que en política se gana más en el acuerdo oportuno que en disenso constante. Luego le seguimos.

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