Jesús Rojas Rivera/ Politólogo.
Viernes 14 de marzo de 2014
Las sindicaturas,
esos acotados espacios de representación política, pequeños feudos de poder y
de inauditables fuentes de financiamiento, son muestra a escala miniatura de
los peores vicios electorales y las prácticas más alejadas al ideal democrático
que debiera prevalecer en nuestro estado.
En México, el
ayuntamiento existió antes que el
Estado. Es decir, la administración municipal nació antes que la organización
institucional de un gobierno federado. El de la Villa Rica de la Veracruz fue
el primero instalado en 1519, con ello, se dio paso en la organización
administrativa y jurídica de lo que sería posteriormente el gobierno municipal.
Tres eran las
funciones principales de los ayuntamientos mismas que prevalecen en esencia. A)
Recaudatoria, B) Distributiva y C) De orden social. Los ayuntamientos han sido
pilar en la construcción histórica de nuestro país, por ejemplo, fueron base en
la conformación del Congreso Constituyente de 1822.
Según el artículo
110 de la Constitución sinaloense, los municipios del estado se dividen en sindicaturas
y comisarías. Mientras que el artículo 68 y 69 de la Ley de Gobierno Municipal,
marca las bases para su elección.
La organización de
las elecciones en las sindicaturas y comisarías está a cargo de los propios ayuntamientos,
proceso que inicia con publicación de una convocatoria para la elección mediante
plebiscito o asamblea general, según el número de habitantes en la comunidad. No
es difícil ver los dados cargados cuando el munícipe tiene interés en ayudar o
perjudicar a un candidato. De hecho, es usanza política en Sinaloa que los
alcaldes den el visto bueno en las planillas que compiten a dichos cargos
públicos.
La elección de
síndicos en Sinaloa es una representación de las elecciones de Estado que
prevalecieron en México durante los años posteriores a la Revolución y hasta la
conformación del Instituto Federal Electoral. Todos los vicios de aquellos
tiempos se viven en los simulados procesos democráticos que viven las pequeñas
y dispersas comunidades de nuestro estado.
El artículo 70 de
la misma Ley de Gobierno Municipal dicta claramente las funciones y
atribuciones de los síndicos y comisarios, pero en la práctica y ante la falta
de reglamentos que regulen su representación, montados en facultades
consuetudinarias, no formales, los síndicos están en nómina municipal,
administran y distribuyenlos recursos que se asignan a la comunidad, tienen
carácter de aval de fe pública para asuntos administrativos, enlistan
beneficiarios para programas sociales y gestionan las peticiones de sus
representados ante el ayuntamiento. Atribuciones que los empoderan ante sus
vecinos y dejan un número no determinado de recursos públicos en sus bolsillos.
De entonces las
reñidas competencias. Las sindicaturas son espacios de poder sin limitaciones
formales. Y eso encierra grandes vicios en cuanto a las prácticas que prevalecen
tanto en su elección como en su función-actuación.
Solo por mencionar
algunas de las quejas más comunes en los procesos de elección de síndicos
municipales en todos los ayuntamientos del estado: A) Cancelación de
candidaturas por parte del ayuntamiento, B) uso de recursos públicos a favor
del candidato oficial, C) cambio de fecha de la jornada electoral sin previo
aviso, D) inequidad en el gasto de las campañas, E) uso de la fuerza pública el
día de la jornada electoral, F) intromisión de funcionarios de la
administración pública durante el proceso de consulta, G) falta de padrón
fehaciente, H) compra de votos y acarreo por parte de grupos, partidos
políticos u organizaciones sociales, entre otros. Y así podríamos enunciar el
alfabeto entero.
La historia es
clara, y la solución sencilla. Si queremos tener procesos más o menos limpios
para la elección de síndicos y comisarios, los ayuntamientos deberán sacar las
manos de esos procesos electivos y encargar a un órgano externo la
organización, realización y calificación dichas elecciones en las comunidades.
El primer paso es quitarles los controles a los munícipes y darle la encomienda
a los ciudadanos. Así de sencillo; si la democracia les estorba, que los
nombren a dedazo y se dejen de faramallas. Luego le seguimos…
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