viernes, 28 de noviembre de 2014

¡Peña Nieto no debe renunciar!

O P I N I Ó N 
J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 

La Constitución Política de México dice que el cargo de Presidente es renunciable por causa grave, el artículo 86 contempla la posibilidad de la renuncia del Mandatario en funciones. Según el jurista y ex legislador Eduardo Andrade Sánchez el artículo en mención se relacio­na con la facultad que reconoce la fracción XXVII del artículo 73 de la propia Ley Suprema respecto a la consideración política que haga en Congreso de la Unión sobre la gravedad de la causa que esgrima el re­nunciante.

Enrique Peña Nieto vive la peor de las crisis políticas por las que haya pasado un presi­dente en la historia moderna del País, como nunca en los úl­timos años la imagen del Presi­dente está por los suelos. En el PRI entienden las magnitudes de los desatinos del Presidente, saben que la situación se está complicando y la dirigencia nacional pide cerrar filas en torno al Mandatario.

El hartazgo popular se ex­pande, el Presidente de Méxi­co toma decisiones tímidas y su equipo de colaboradores se muestran cansados, enfadados ante la opinión pública. Sus tiempos eran otros, el equipo de Peña Nieto aprendió a ser gobierno cuando México era diferente; con una sociedad menos informada, menos par­ticipativa y más temerosa al poder presidencial.

Hoy al Presidente le faltan al respeto, se burlan de él, de sus errores y desaciertos. Se con­virtió en un cliché, en un este­reotipo de ignorancia y malas decisiones. Su equipo ha sido incapaz de regresar la dignidad y el decoro al hombre que envis­te la máxima responsabilidad nacional. Ahí estriba uno de los mayores riesgos para el Estado.

Pocos entienden que la sus­titución presidencial en caso de renuncia; dándose después del 1 de diciembre, es decir pa­sados dos años de su toma de protesta, sería por votación en el Congreso y no por elección popular como muchos preten­den. Pero más allá, la renuncia presidencial se antoja difícil, el Presidente tiene el apoyo de la clase política de todos los partidos, de las fuerzas arma­das, de una amplia mayoría de legisladores en las cámaras y los gobernadores.

Soy un convencido de que Peña Nieto no debe renunciar, hoy más que nunca debemos tomar el camino de las insti­tuciones para recobrar la paz. Lo que menos necesitamos los mexicanos es la convulsión que provocaría la renuncia de la figura más importante para el poder político en una República presidencialista como la nues­tra. La historia nos ha enseñado que en democracias sin consoli­dación, detrás de una renuncia presidencial, lo que viene es la ruptura de las instituciones y con ello; el caos social.

El Presidente no debe re­nunciar; debe poner orden sin violentar los derechos huma­nos y hacer cumplir la ley en el espíritu de la justicia y no de la venganza. Debe fortalecer las instituciones y velar por la se­guridad de los mexicanos, debe asumir sus responsabilidades con madurez y dejar de gober­nar con frivolidad y arrogancia. Debe aclarar las acusaciones de corrupción que obran en su contra, debe hacer ajustes en las secretarías de Estado y sobre todo debe cambiar a su ineficaz equipo de comunicación.

A nosotros nos toca ser co­rresponsables; debemos en­tender que los plazos son para cumplirse, la democracia es un sistema que permite cam­biar al gobierno en un periodo definido de tiempo. Aun en lo cuestionado de su elección, el Presidente gobierna por man­dato de la mayoría de los par­ticipantes en las urnas, eso es un valor sagrado. Las circuns­tancias nos están enseñando la importancia del voto razonado, libre y consciente, estas dis­cusiones y debates son parte del proceso para alcanzar la madurez democrática.

Las protestas públicas y las manifestaciones deben seguir, siempre que éstas se conduz­can en el respeto al derecho ajeno. No comparto la idea de que el Presidente deba renun­ciar, México no está para ese ti­po de experimentos peligrosos. Más bien, debemos hacer un ejercicio de reflexión profun­da y trabajar en la educación cívica de nuestra comunidad, para que nunca más el voto ten­ga precio, para que nadie lucre con la necesidad del votante y llegue al poder la frivolidad, la incompetencia y la corrupción, sea cual sea el partido que las postule. Luego le seguimos... 

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