viernes, 6 de febrero de 2015

¡Miénteme más!

O P I N I Ó N 
J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 


Mentir es un arte, la construcción de una realidad alternativa, el dibujo de lo verosímil, el mensaje que enmascara la pertinaz presencia de lo cínico en la capacidad pa­ra convencer a la sociedad de lo que realmente no está ocurriendo, son los relatos de Jonathan Swift en su libro "El arte de la mentira política".

Política y mentira son elementos indisolubles, el político en el avance de su carrera va puliendo la ca­pacidad de mentir. Swift asegura que la política es la depositaria por excelencia de la mentira, es un espacio donde se exige faltar a la ver­dad. Tratar de encontrar el origen de la mentira en la po­lítica nos remonta, según el autor, a los tiempos griegos de Platón, "los regidores del Estado y no otros, recurrirán a la mentira frente a un ene­migo o frente a los propios ciudadanos, pero sólo en bien de la ciudad", afirmaría el pensador ateniense.

Todos mentimos y gus­tamos de las mentiras, pero existen niveles en la cons­trucción de las mismas. La tipología de la mentira pú­blica está en función de su intención y trascendencia, vivimos creyendo cosas que en realidad no sucedieron, el historiador Miguel de León-Portilla afirma que los mitos históricos son pilares en la construcción de la identidad nacional. La mentira ha for­mado y destruido naciones igual que ha pactado la paz y declarado la guerra.

Por eso el político se ins­truye en el arte de la falacia, porque para atender los asuntos de Estado es obliga­torio "saber mentir". Según el texto de Swift impreso por la editorial española Sequi­tur; debe el hombre público entender la diferencia entre la mentira de confusión, la mentira calumniosa, la men­tira por aumento, la mentira por translación entre otras.

A primera vista, parece que el autor invita al político a mentir de manera descara­da, a seguir la tradición de la mentira como ejercicio de gobierno. Pero adentran­do en la lectura se advierte que el pueblo que aprende a tomar mentiras como ver­dades, no se detendrá en utilizar las mentiras para derrocar a sus gobiernos, la mentira aparecerá como un subterfugio que los ciuda­danos utilizarán ocasional­mente para hacer frente a los abusos del poder.

México vive momentos difíciles, el Presidente de la República tiene una crisis de imagen como nunca en la historia moderna del País. Las últimas evaluaciones lo reprueban y su popularidad viene en franco declive. Los peores vicios del viejo PRI terminaron por salir a flote: corrupción e incapacidad para garantizar la seguri­dad de los ciudadanos son el talón de Aquiles del Poder Ejecutivo.

El gobierno no miente con la misma gracia y eficiencia de sus antecesores en los noventa, perdió el tino para hacer creer a los ciudadanos que las cosas marchan en un sentido distinto al fracaso. La práctica de la "eficiente" mentira política, ejecutada a la perfección en los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, ha brillado por su ausencia. El gobierno de Peña Nieto ha mentido pero no han logrado convencer y eso es un punto central en la crisis de su gol­peada administración.

La última verosimilitud fallida del Presidente es el nombramiento de Virgilio Andrade como Secretario de la Función Pública. El Presidente encargó a un subordinado la gran tarea de encontrar si existe o no, "conflicto de interés" entre la compra de la casa de su esposa y las empresas con­tratadas por su gobierno. El anuncio no sorprendió a na­die, incluso el titular del Eje­cutivo admitió al concluir su discurso que "sabía que no le aplaudirían" y no tiene que sorprendernos porque todos conocemos por adelantado cuál será el resultado de las investigaciones: "No señor Presidente, no existen he­chos constitutivos de delito, no hay ilegalidad en el pro­cedimiento y no existe con­flicto de interés porque esos asuntos no están legislados en nuestro País".

Nos hemos vuelto más exigentes para aceptar las mentiras, nosotros que he­mos vivido en el engaño gubernamental, lo mínimo que pedimos, es que el men­tiroso tenga gracia y la farsa un poco de lógica. En ese sentido mucho extrañamos a Salinas, aquél que nos hi­zo creer que entrabamos al primer mundo justo antes de caer en una de las peores cri­sis económicas de las cuales nuestra Nación tenga memo­ria. Luego le seguimos...

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