viernes, 6 de marzo de 2015

La airosa salida de "El Pecuni"

O P I N I Ó N 
                                                                                                                                                                 J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 


David López Gutié­rrez será hasta hoy el coordinador de Comunicación Social del Gobierno Federal encabezado por Enrique Pe­ña Nieto, era el encargado de los mensajes del Presidente, de sus entrevistas y ruedas de prensa, de todo aquello que tiene que ver con una de las áreas más importantes y estratégicas para el ejercicio gubernamental: la comuni­cación.

La trayectoria de David López es sólida, bien definida y podríamos decir que exito­sa. En esos niveles, salir bien librado de las encomiendas y conseguir nuevos espacios en cargos afines a la respon­sabilidad ejercida habla de un eficiente desempeño. Por eso el también apodado "Pecuni" fue coordinador de Comu­nicación Social en el Estado de México de 1982 a 1986, di­rector de Comunicación en la desaparecida Secretaría de Energía y Minas de 1986 a 1992, coordinador de Co­municación Social en el cie­rre del sexenio de Francisco Labastida en Sinaloa y los inicios de Renato Vega entre 1992 y 1993, para después re­gresar al Estado de México donde conocería y tejería esa red de amistades que lo tie­nen en un lugar privilegiado en los aprecios del Presiden­te. Prácticamente, "El Pecu­ni" y Peña Nieto crecieron juntos en un proyecto que comenzaría a ver sus frutos en entre 2005 y 2011, cuando el ahora titular del Ejecutivo preparaba su campaña presi­dencial desde el gobierno de su entidad.

¿Recuerda usted las apa­riciones de Enrique Peña Nieto en los programas es­telares de Televisa siendo gobernador?, ¿las aportacio­nes millonarias al Teletón?, ¿las campañas de difusión de obras del Estado de México en pautas comerciales pa­gadas en toda la República? ¿Las acusaciones de gasto desmedidos en propaganda en medios nacionales para difundir la imagen de Peña como gobernador y aspiran­te presidencial? Pues todas esas estrategias cuestiona­das, pero muy efectivas sa­lieron de la imaginación e ingenio de nuestro paisano David López, quien se vol­vió un experto en el juego de la llamada "caja china". David López y su equipo lo lograron, lo hicieron posi­ble, lo llevaron en posición privilegiada a la boleta y a la presidencia. La amistad entre ellos se volvió sólida como una roca y la confian­za, asunto fundamental en las relaciones políticas, fue camino de ida y vuelta.

Pero la construcción de una candidatura fue una co­sa, y el ejercicio de gobierno otra. El modelo de comuni­cación que llevó a las más grandes glorias al sinaloen­se y su jefe, parecía no fun­cionar de la misma manera y no tener el mismo efecto desde el Palacio Nacional. Al Presidente Peña Nieto se le comenzaron a complicar las cosas, fue tropezando, cayendo y levantándose, después de Ayotzinapa y la casa blanca vino el desplo­me y la magia de David "El Pecuni" López desapareció.

Peña Nieto es el Presi­dente peor evaluado en la historia moderna de México, afirma María Amparo Casar, politóloga e investigadora de la UNAM. La aprobación del Presidente va a la baja y com­parada con el arranque de los sexenios de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, el de Peña Nieto marca una caída es­trepitosa en los primeros dos años. Según la encuestadora Parametría el 52 por ciento de los mexicanos desaprueba la labor del Presidente, Consul­ta Mitofsky afirma que la des­aprobación presidencial está en el 55 por ciento, mientras el grupo Editorial Reforma dice que el 58 por ciento de los ciudadanos evalúan entre "mal y muy mal" al jefe del Estado mexicano.

Por eso David López se va, porque perdió el rumbo, su oficina no ha sido capaz de plantearle soluciones al Presidente, la estrategia de comunicación falló. Su sa­lida no es decorosa, no sale en hombros, ni con aplausos, sale raspado y al interior del PRI lo saben. Pero Enrique Peña Nieto no lo quiere fue­ra de su equipo, son amigos de lealtad inquebrantable y le ofreció un espacio digno en San Lázaro, una salida aparentemente airosa. Pue­de voltear a Sinaloa, pue­de pretender candidatura, puede soñar con gobernar la entidad federativa en la que nació pero en la cual no tiene arraigo, ni liderazgo. En mi opinión, difícil sería que los aspirantes ya arrancados en franca competencia le cedan espacio a un político adve­nedizo. El tiempo dirá si el PRI aprendió las lecciones que dejan las imposiciones. Luego le seguimos...

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