viernes, 10 de julio de 2015

Si algo saliera mal...

OPINIÓN 
                                                                                                                                                     J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 



"Si algo saliera mal Jesús, te voy a encargar mucho que se concluya lo de Derechos Humanos, pensarán en darle carpetazo, pasar a la siguiente página, a falta de quejoso qué más podría importar. Que concluya como tenga que concluir, pero que concluya. Piénsenlo como una posibilidad para ustedes, no para el que se va, sino para los que se quedan, los que seguirán batallando contra los abusos del poder". 

Mi amigo Ramón Eduardo Guevara escribió sus últimas tres columnas desde la cama 3223 del Issste, a donde acudía regularmente a visitarlo. Tenía más de 60 días sin probar comida y agua, era nutrido por sueros y alimento "parenteral". En los días que tuve el gusto de acompañarlo platicamos de muchas cosas, de temas muy diversos, el jueves 2 de julio un día antes de entrar por última vez quirófano me pidió lo enunciado al principio de la columna. 

Ramón no era el periodista que solía amistarse con los que detentan el poder, él escribía lo que le parecía, sin pretender hacer relaciones públicas, era un columnista políticamente incorrecto. Antes de su enfermedad, como desde hace más de 14 años, todos los días recorría Escuinapa en su bicicleta, vendía el periódico y al mismo tiempo recogía las opiniones de sus múltiples lectores. Por eso su crítica era aguda y certera, le daba literalmente voz al pueblo. Cuando una columna "venía buena" los periódicos se agotaban, el lector acostumbrado a su pluma lo seguía con fidelidad parroquiana. 

Además, era el titular de un noticiero radiofónico que se trasmite justo a la hora de comida, en esos momentos de mesa y sobremesa donde los escuinapenses se reúnen para escuchar las noticias del pueblo. Desde el micrófono no daba tregua, les hablaba fuerte y les exigía lo que la gente le peticionaba en la calle, generalmente servicios públicos. 

Pero no todo lo dejaba al Gobierno, era un hombre que creía en la participación ciudadana, en la ayuda que podemos darnos desde la sociedad, sin tener que esperar a que los gobiernos resuelvan. Era un activista de múltiples causas, por eso el programa atendía peticiones de todo tipo, si alguien necesitaba algo que otros en el pueblo pudieran tener, era cosa de llamarle. 

Visitaba regularmente las escuelas públicas y privadas del municipio para contar cuentos, poemas, fábulas, coplas, pequeños ensayos y múltiples lecturas. Creía en la educación como el verdadero motor de cambio de las sociedades y en la cultura como el pilar más fuerte en la formación de valores, por eso a los niños de nuestro pueblo les hablaba de José Martí, Pablo Neruda, Amado Nervo, Torres Bodet, Gotthelef, Díaz Mirón, De Saint-Exupéry, Gabriela Mistral, entre muchos otros. 

Tal vez si el Presidente Municipal que lo perseguía y pretendía callar hubiera tenido acceso en su infancia a los grandes de la literatura universal, no fuera del tal su mezquindad. En su última columna, Ramón, muy a su estilo, no bajó la guardia y siguió embistiendo contra la fallida administración de Bonifacio, sus últimas palabras publicadas en su columna Punto Cardinal lo describen tal cual era: "confío en que pronto rodaré en mi bici por las destartaladas calles de Escuinapa, mi pueblo querido al que extraño a raudales, así como ustedes extrañan el agua en las tuberías". 

Por eso Ramón no merece el olvido, por eso es que el gremio periodístico y todo aquel que haga uso de su derecho a expresarse se debe sumar a la causa que sigue viva y en curso en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos. Desde este pequeño espacio les hago presente las palabras de mi amigo, de agradecimiento a todos aquellos que han contado su historia, que de no ser por ustedes habría quedado únicamente en los memoriales del oprobio escuinapense. 

Ramón está muerto, lo sepultamos antier en Escuinapa, pero la ofensa no ha visto justicia. Escribo la presente como una encomienda, en cumplimiento a una promesa en la cual no habría de fallar, la última misión del comandante Guevara por la honra de su memoria, por el derecho a la información, a la libertad de prensa. Para que nunca más se le ocurra a un gobernante infame como Bonifacio Bustamante atentar contra el sagrado derecho a la libertad de expresión. 

Ramón, la tumba entre los huertos de mango no será la sepultura de tu exigencia, aquí estamos tus amigos y seguiremos reclamando justicia. Descansa en paz, nosotros le seguimos... 

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