viernes, 11 de diciembre de 2015

Saberes, verdades y sinrazones

OPINIÓN 
                                                                                                                                                     J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 


De saberes primero hablaron Platón y Aristóteles en sus reflexiones epistemológicas, es decir, trataron de hacer una definición del conocimiento, de las explicaciones que el individuo da sobre su realidad y su entorno, sobre la justificación de su propia existencia. El conocimiento se forma entre verdades y creencias, entre lo objetivo y lo subjetivo. El concepto de verdad es filosóficamente complicado, tiene que ver con el conocimiento, pero no todo conocimiento es verdadero, también existen conocimientos "falsos". Dijo Kant que tiene que ver también con los principios de trascendencia, lo que va más allá de su tiempo. 

Para el filósofo alemán Hassen, teórico del conocimiento, la verdad se define en una relación entre el pensamiento y el objeto, pero el objeto no puede ser verdadero ni falso, es solo objeto, de ahí que la apreciación marca los criterios de verdad, las apreciaciones siempre son intrínsecas al individuo pero están íntimamente ligadas a las percepciones colectivas, es decir a lo que la gente cree, eso a lo que los antiguos filósofos llamaron "doxa" o conocimiento vulgar u ordinario, aquello que se dice pero no se comprueba. ¿Le parece complicado, verdad? Es que realmente lo es, la filosofía es la madre de todas las ciencias. 

Se preguntará usted amable lector, ¿para qué comenzar la columna con temas tan enredosos y aburridos? ¿A quién le importa hablar de esos conceptos filosóficos? ¿Qué tienen que ver esas cosas con nosotros? Si pasé la prueba de los dos primeros párrafos se lo agradezco y me permito darle una explicación. 

Vivimos en una era de falsedades viralizadas, de racionalidad parcializada, de mucha, muchísima información y cada vez menos conocimiento. Ahora podemos saber y preguntar de todo, en esta trampa llamada postmodernidad podemos aparecer como expertos de temas de los que antes jamás hubiéramos, siquiera, pensado que existían. Hablamos y compartimos cosas que no entendemos, nos encanta llenarnos la cabeza de dichos y supuestos, aborrecemos profundizar en los temas en los que participamos y muy pocas veces nos damos tiempo para reflexionar la racionalidad de nuestros dichos y posturas. La era de la información carga en el vientre a su antítesis: la desinformación. 

De pronto, mi amigo que jamás entró a clase de química y biología en la preparatoria comparte con su red de amigos, algunos comunes a los míos, información sobre las propiedades medicinales de una hierba amazónica "recientemente" descubierta y llama a todos a presionar al gobierno para sembrarla en México y acabar, de una buena vez, con los problemas de salud que están matando a tantísimos mexicanos. 

Unos días antes, corría el rumor en redes sociales de que una peligrosa banda de "robachicos" merodeaba en los estados del centro del País. Por asunto del destino, los hermanos Copado Molina fueron a trabajar al poblado de Ajalpan en el estado de Puebla, eran encuestadores. Alguien gritó "esos son los robachicos" y una turba de pobladores apresó a los jóvenes, enjuiciándolos y matándolos no sin antes torturarlos frente al pueblo enardecido por "los niveles de violencia". Al paso de las horas se supo de su inocencia, para entonces sus cuerpos eran velados y los pobladores apenados ofrecieron una misa pidiendo perdón por el error cometido contra los pobres forasteros que "parecían" secuestradores. 

En esa misma narrativa surrealista, un empresario y filántropo sinaloense fue abatido en circunstancias poco claras por elementos de la Marina Armada de México en un motel del municipio de Salvador Alvarado en Sinaloa. Todo se difundió rápidamente por las redes sociales. Las autoridades municipales y la comunidad empresarial de Guamúchil dan una versión, el titular del Ejecutivo estatal otra y los elementos castrenses la propia. Así es, amables lectores, como se construye en nuestros tiempos eso que llaman la verdad histórica. ¿Nefasto? Piense dos veces antes de dar por hecho eso que leyó en Internet, incluida por supuesto la presente columna. Valore sus fuentes, afine el pensamiento crítico, arme su juicio y luego le seguimos...

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