viernes, 1 de abril de 2016

Paridad de género y nepotismo

OPINIÓN
                                                                                                      Jesús Rojas Rivera


La lucha de las mujeres para el acceso a los cargos públicos ha rendido frutos, poco a poco la participación política de la mujer rompió con limitaciones y condicionantes que años atrás las mantenían al margen de los asuntos públicos. De ninguna manera estas palabras se deben leer en tono triunfalista, la lucha que comenzara en 1952 apenas deja ver sus primeros frutos en México, aunque en lugares como Sinaloa, las acciones de la clase política parecieran venir en sentido contrario.
En 1952, México firmó el primer Tratado sobre los Derechos Políticos de la Mujer, en donde se incluyeron dos aspectos que cambiarían el curso de la historia respecto a la participación política de las mujeres. “Las mujeres serán elegibles para todos los organismos públicos electivos establecidos por la legislación nacional, en condiciones de igualdad con los hombres”, rezaba el segundo postulado de la afirmación de derechos, además incluía que “Las mujeres tendrán derecho a ocupar cargos públicos y a ejercer todas las funciones públicas establecidas por la legislación nacional, en igualdad de condiciones con los hombres, sin discriminación alguna”.
Para que tenga usted una idea, de los años cincuenta cuando se firmó el tratado a los años setenta, la representación política de la mujer era apenas del 5 por ciento en la Cámara de Diputados. Según el informe “Mujeres participación política en México” publicado por la Organización de las Naciones Unidas, de 1952 a 2011, ha habido 921 diputadas federales propietarias, esto representa el 13.3 por ciento de un total de 6 mil 947 curules. El incremento más alto en la presencia de mujeres se dio en las elecciones de 1994 y 2003 -justo posterior a las reformas de 1993 y 2002-, cuando el porcentaje de legisladoras aumentó 8 y 7 puntos porcentuales respectivamente, respecto de la legislatura anterior. En las elecciones federales 2009, 140 mujeres ganaron un escaño, en las elecciones de 2012 llegaron 186, en la actual legislatura se integran 212 diputadas de un total de 500 legisladores.
En México mientras se da un paso adelante en la participación de la mujer, la clase política busca como dar un paso atrás. Seguramente usted recuerda episodios lamentables como el de las “juanitas” en 2009; mujeres que llegaron al cargo de elección popular por la obligación legal que tenían los partidos de postular candidatas, pero en la flexibilidad de la ley, las legisladoras llevaban como suplente a un hombre -generalmente con relación de parentesco-, y en cuanto tomaban posesión del cargo eran obligadas a renunciar para que el suplente de sexo masculino quedara en el cargo en cuestión. 
Esas prácticas no han cambiado del todo, la clase política sigue jugando a romper la esencia de las leyes. La nueva modalidad ante las recientes reformas electorales, son las prácticas del nepotismo, un antivalor que atenta contra la cultura democrática. Nepotismo según la Real Academia de la Lengua proviene del latín “nepos” que significa sobrino o descendiente, y hace referencia a los cargos públicos que se heredan o pasan a familiares, sin mayor mérito que el de parentesco. 
En Sinaloa saltan a la luz tres casos en la integración de las diputaciones plurinominales, otras más en la integración de las planillas para las alcaldías. Mario Ímaz, dirigente de Movimiento Ciudadano colocó a su esposa en una posición privilegiada para acceder a la cámara local por la vía plurinominal, lo mismo hizo Héctor Melesio Cuén, dirigente del Partido Sinaloense. Silvia Treviño de Felton, esposa del Alcalde de Mazatlán llegará a la Cámara por la vía plurinominal. En Badiraguato, la esposa del Alcalde compite por la Alcaldía que dejará su cónyuge, lo mismo ha sucedido en Mocorito y San Ignacio en años anteriores. Prácticamente en todos los municipios, los dirigentes de casi todos los partidos mantuvieron acuerdos para incorporar a esposas, hijas, sobrinas y nietas en espacios de representación destinado a mujeres. 
Estas prácticas si bien no tienen impedimento jurídico alguno, no abonan en la mejora de la democracia. Por el contrario, limitan la participación y se prestan a corrupción, el nepotismo es uno de los antivalores más arraigados en la cultura política mexicana que tiene una expresión con rostros comunes en Sinaloa. Valdría la pena recordar que las “juanitas” fueron legales hasta que la ciudadanía dijo: ¡basta! Luego le seguimos...

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