viernes, 21 de octubre de 2016

El falso Leviatán

O P I N I Ó N

                                                                                                          Jesús Rojas Rivera

Tomas Hobbes escribió alrededor de 1650 un libro que sigue siendo pilar en el estudio de la Ciencia Política, es uno de los clásicos obligados para el entendimiento de la multidimensionalidad del poder político. ¿De dónde surge la idea del Estado? ¿Para qué sirve? ¿Qué es el poder? ¿Quién lo detenta legítimamente? ¿Cómo se accede a él? ¿Cuál es la función primaria del Estado?
 
Los hombres por naturaleza o en su derecho natural –jus naturale-, en el ejercicio de la libertad absoluta suelen atentar por ambición contra el propio hombre. “Homo homini lupus est”, texto que describe la multicitada frase “el hombre es el lobo del hombre”. En el estado natural nada es más peligroso para el hombre que los hombres mismos. La gran diferencia, dice Hobbes, radica en que la especie humana tiene sobre las otras especies de la tierra una condición: el uso de la razón.
 
En ese ejercicio de racionalidad los individuos dejan su estado salvaje y natural para agruparse en sociedad, formando comunidades en donde depositan sus derechos naturales en una causa final llamada Estado, que tiene como objetivo principal garantizar la vida y la seguridad de los hombres y sus posesiones.
 
Es pues un pacto entre iguales que dejan el arbitrio de sus voluntades a merced de un ente capaz de mantener equilibrios y dictar sanciones para evitar la perversión de la guerra y la miseria humana, entendida ésta como cuando un hombre quita la vida a otro hombre o lo despoja de su propiedad. El Estado no se forma pues por ley natural, es una construcción humana para poder vivir en sociedad.
 
El Estado se erige mediante la unión de un poder común, se dota de una fuerza coercitiva que sanciona a los individuos que faltan a la voluntad de la comunidad expresadas en una Ley. Tomas Hobbes le llamó Leviatán porque asemeja a un mounstro mítico capaz de causar terror para influir en las voluntades individuales. El Estado adquiere esa dualidad, de soberano y súbdito al mismo tiempo, porque por un lado impone sanciones a quienes incumplen la Ley, y por otro está sujeto al mandato de la misma. El Leviatán no se manda solo.
 
Traigo a reflexión lo anterior porque loss actos de violencia que vive nuestra sociedad han hecho reflexionar a muchos ciudadanos sobre el papel de Estado respecto a su seguridad, su integridad y la de sus pertenencias, llegado al punto en que muchos buscan el cobijo de fuerzas ajenas a las instituciones para proveerse de seguridad.
 
Toda violencia ejercida ajena al poder del Estado es ilegal e ilegítima, nadie debe buscar justicia fuera de las instituciones porque se corren graves riesgos, en México ya lo vimos en Michoacán, Guerrero y Oaxaca. La fuerza de coerción debe ser pública y no debe representar intereses privados de ningún tipo.
 
Las expresiones de algunos ciudadanos de Culiacán respecto a solicitar la atención de grupos del narcotráfico para detener una ola de robos y saqueos en distintas colonias de la capital sinaloense, nos lleva a reflexionar sobre la debilidad de la autoridad para sostener el imperio de la Ley. No son únicamente los robos, son también asesinatos, extorsiones y en menor medida secuestros, los que han llevado al planteamiento público de buscar auxilio en un falso Leviatán.
 
Los riesgos de que estas opiniones cundan en la sociedad son mayores, los individuos suelen reflexionar poco ante la gravedad de sus dichos. Darles facultades a los enemigos del Estado para que tomen funciones de seguridad es un absurdo en toda la extensión de la palabra. La única autoridad legítima debe de manera inmediata llamar al orden y la mesura, pero debe también atender el problema de la violencia y los daños patrimoniales en esos lugares donde las circunstancias están llegando a puntos de crisis. 
 
Debemos asumir con toda seriedad que en este tema y bajo el mismo discurso -el de la ineficiencia de la autoridad- nacieron las autodefensas, los grupos paramilitares, las guardias blancas y grupos de exterminio. Con las mismas premisas nacieron muchas bandas criminales que prometieron servir al pueblo, y se terminaron sirvieron de él. Luego le seguimos...

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