viernes, 18 de agosto de 2017

Memorias de la izquierda mexicana I

OPINIÓN

                                                                                                                            Jesús Rojas Rivera

Fue en la reforma político electoral impulsada por José López Portillo en 1976 que los partidos políticos en México se consideraron “instituciones de interés público”. De entonces para acá el derecho electoral en nuestro país ha dado giros insospechados para aquellos lejanos tiempos del partido hegemónico.
 
Cuando el Estado mexicano concedió a los partidos una serie de derechos y prerrogativas, el sistema político mexicano comenzó a cerrar la puerta al radicalismo, fue un proceso para incluir dentro de la incipiente vida democrática a las diversas fuerzas políticas que buscaban o simulaban buscar el poder.
 
Recuerda el profesor José Woldenberg que el PSUM fue el primer intento por unificar las izquierdas en México. En 1982 esa institución política realizó su primera campaña sumando en sus expresiones al Partido Comunista Mexicano, Partido del Pueblo Mexicano, Socialista Revolucionario, Movimiento Acción Popular y a la expresión Acción y Unidad Socialista. Esta fue, según el autor de “La transición democrática en México”, la primera fusión de partidos, agrupaciones y expresiones más diversa de la izquierda en los preludios de un proceso electoral.
 
Pero por supuesto que no toda la izquierda se agrupó en torno a Arnoldo Martínez Verdugo, destacado sinaloense que desde muy joven se adhirió a las filas del Partido Comunista Mexicano. Fue el propio Martínez Verdugo quien encabezó con gallardía y entereza verdaderas luchas de la izquierda para dar espacio a la participación política de las fuerzas de oposición al sistema presidencial, dentro de las recién nacidas instituciones electorales mexicanas.
 
La izquierda de nuestro país tiene por tradición la fragmentación y la pulverización pragmática de sus movimientos. Para aniquilar la unidad de las izquierdas, Rosario Ibarra de Piedra se postuló por el Partido Revolucionario de los Trabajadores y Cándido Díaz Cerecedo por el Partido Socialista de los Trabajadores.
 
Seguramente a muchos de sus ahora seguidores ya se les olvidó, pero mientras que en México la izquierda apenas dibujaba sus esquemas de participación en los procesos electorales, cargando en ellos sus primeras traiciones y sabotajes, un joven tabassqueño llamado Andrés Manuel López Obrador comenzaba su carrera como orador y versista en el Partido Revolucionario Institucional.
 
La izquierda polvorón no dio sorpresas en las elecciones de 1982, Miguel de la Madrid arrasó con toda oposición logrando el 68 por ciento de la votación, el PAN alcanzó poco menos del 16 por ciento, el PSUM el 3.48 por ciento, el PRT el 1.84 por ciento y el PST 1.74 por ciento. Andrés Manuel López Obrador festejaba el triunfo de Miguel de la Madrid en Tabasco y se encaminaba a brindar discursos de felicitación al nuevo Presidente de México.
 
Cuando escucho a algunos militantes de Morena hablar de Andrés Manuel como un reformador de la izquierda, pienso en estos momentos de la historia de México cuando el ahora líder del Movimiento de Regeneración Nacional era un arengador tabasqueño para los intereses del partido hegemónico.
 
Ahora que Rosario Ibarra lo acompaña en su eterna campaña, me gustaría preguntarle en dónde estaba él cuando ella recorría México buscando votos para la izquierda. En 1982, la izquierda comenzó un camino en la construcción de un México plural, muchas vidas costaron los triunfos de las primeras expresiones auténticas de la izquierda mexicana. 
 
Hoy, a la luz de la historia es que entiendo por qué López Obrador y su movimiento no pueden aglutinar todas las fuerzas políticas de izquierda. La política cobra fracturas, no todos perdonan como Rosario Ibarra, algunos tienen memoria y no olvidan que mientras ellos luchaban para abrir boquetes en el sistema, otro allá en Tabasco les hacía campaña en contra, sirviéndole a lo que ahora tanto detesta. Luego le seguimos...

viernes, 11 de agosto de 2017

Márquez, Julión y el PRI ¿Culpables o inocentes?

OPINIÓN

                                                                                                              Jesús Rojas Rivera

En marzo de 2015 en este mismo espacio escribí una columna titulada “Julión es ejemplo, Carmen será diputada”, y hablaba del reconocimiento que Enrique Peña Nieto había hecho sobre el cantante Julión Álvarez a quien por aquellas fechas se refirió como “un joven talentoso, que ha destacado, que ha representado a su tierra”. El titular del Ejecutivo concluyó señalando que le daba gusto que el cantante fuera “un ejemplo para la juventud mexicana”.
 
Julión Álvarez se convirtió en el cantante favorito del PRI. Manuel Velasco, Gobernador de Chiapas, lo contrató como la voz e imagen de la campaña de promoción turística “Chiapas nos une con su grandeza”. El cantante de baladas norteñas, cumbias y narco-corridos también ha sido contratado por el Gobierno de la sureña entidad para amenizar eventos oficiales, no sólo allá, también en Jalisco, pues Aristóteles Sandoval presumía la relación de amistad con el ahora vinculado en lavado de dinero. En Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel anunció con bombo y platillo su presentación durante las festividades del mes patrio. Julión es el cantante de moda que no puede faltar en las fiestas y reuniones de la clase política priista, misma que hoy comienza a darle la espalda. ¿No que muy amigos?
 
Como balde de agua fría cayó en la oficina de comunicación “estratégica” de la Presidencia de la República la noticia de que dos figuras públicas aparecían vinculadas a actividades delictivas de un cártel según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. La absurda decisión de bajar una foto del Presidente, el Gobernador de Chiapas y el cantante de las redes sociales de los funcionarios fue un acto de desesperación que sigue hasta hoy dando más pérdidas que ganancias. ¿Era esto necesario?
 
La comunicación gubernamental del Gobierno federal, en particular la de la Presidencia de la República, nunca ha servido de mucho, ha sido su verdadero talón de Aquiles. Un error en las decisiones de comunicación es un asunto de poca importancia entre los más cercanos al Presidente, nadie en todo el periodo ha podido encontrar un esquema eficiente para mejorar la imagen de Peña Nieto, quien, dicho sea de paso, es el Presidente peor evaluado en la hhistoria moderna del país. 
 
Ayer por la mañana leía la columna de Jorge Fernández Menéndez describiendo las supuestas relaciones criminales entre prominentes personajes del mundo artístico y deportivo con grupos de la delincuencia organizada en Jalisco. Suposiciones más o menos ciertas, que no tienen fundamento jurídico alguno. Hasta hoy, no sabemos de manera oficial la existencia de ninguna carpeta de investigación abierta en México contra el futbolista Rafael Márquez y el cantante grupero Julión Álvarez. Pero eso no es de ahora, siempre pasa en nuestro país. La mayoría de los señalados por delitos de tráfico y lavado de dinero en EU muy pocas veces tienen investigaciones de este lado de la frontera.
 
En estricto sentido, ni el futbolista ni el cantante tienen, hasta hoy, culpa alguna o pena qué purgar en el sistema de justicia mexicano. Sin afán de sonar a abogado del diablo, debemos entender que la justicia no se fundamenta en dichos y las acusaciones no se sostienen con notas periodísticas. 
 
La culpabilidad o inocencia de los involucrados no pasará por el juicio de columnistas o periodistas de espectáculos, el tema de fondo debe atenderse en las cortes y tribunales competentes, fundarse en el derecho penal e internacional para dirimirse en litigios donde sean las instituciones las encargadas de dictar sanciones o absoluciones para los ahora señalados.
 
En términos del jurista Ignacio Burgoa Orihuela, la justicia no se da por gusto o por capricho, la justicia se logra cuando cada individuo tiene de las instituciones lo suyo, y en este sentido, les guste o no, Julión y Márquez son hasta hoy inocentes. Luego le seguimos..